El primer médico sin fronteras

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Por esas vueltas de la historia, nació alemán pero murió francés. Su sepultura está en África, en Gabón, el lugar donde se convirtió en pionero de un camino que, años más tarde, dio nacimiento a mediáticas ONGs. Fue tan exaltado como criticado, al ritmo del espíritu de los tiempos. Una prima suya, fue la madre de Jean-Paul Sartre, pero filosóficamente él estuvo en las antípodas de su ateo sobrino. A 100 años del inicio de su obra en Lambarené, se acaba de publicar una nueva biografía, escrita por un hombre nacido en el pueblo-hospital que él construyó “en el linde de la selva virgen”.

Albert Schweitzer, médico, teólogo y filósofo alsaciano

Albert Schweitzer (1875 – 1965) fue un teólogo protestante, músico –fanático de Bach-, filósofo y médico, nacido en Alsacia, cuando esa región formaba parte de Alemania.

En 1913 llegó por primera vez a Gabón y creó allí un pueblo hospital que hasta el día de hoy sigue en actividad.

Luego de una interrupción debida a la Primera Guerra Mundial (como era alemán, los franceses lo expulsaron de su colonia), volvió en 1924 a Lambarené, capital de una de las provincias de Gabón, donde vivió hasta su muerte, a los 90 años de edad. Cada tanto, regresaba a Europa para dar conciertos de piano y órgano y conferencias con el fin de recaudar fondos para su obra misionera. Como alsaciano le fue otorgada la ciudadanía francesa, cuando esa región quedó dentro de las fronteras galas.

Su tarea como médico, en una región devastada por el genocidio colonial, la pobreza, el hambre y la lepra, entre otras epidemias, le valió un gran prestigio. En 1952 le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz. Para los alsacianos, era un prócer, en particular para los protestantes.

Sin embargo, la admiración no se circunscribía al círculo de correligionarios. El célebre novelista católico francés, Gilbert Cesbron (1913-1979), escribió una obra de teatro, Il est minuit, docteur Schweitzer (Es medianoche, doctor Schweitzer), que fue best seller (700 mil ejemplares en 1952).

Schweitzer ocupa también un lugar destacado en el panteón de los defensores del medio ambiente por su pacifismo radical y su amor a la Naturaleza.

Una frase suya lo expresa bien: “Soy vida que quiere vivir en medio de vida que quiere vivir”. El hombre en la tierra tiene la responsabilidad de cuidar y preservar lo que lo rodea, porque tiene la libertad y el poder de someter la creación. El hombre vive de la naturaleza, por eso debe usarla y transformarla con responsabilidad, con conciencia. Un mensaje al que hoy hace eco el del Papa Francisco.

Schweitzer reverenció la vida, y vivió al servicio de los demás.

Sin embargo, durante los años 60 y 70, el auge de las luchas de descolonización y liberación en el Tercer Mundo trajo aparejado el desprecio por el pacifismo y el “reformismo” de hombres como Schweitzer, que no se proponían “cambiar las estructuras”, derrotar al capitalismo e instaurar sistemas de tipo socialista, objetivo de los movimientos y grupos guerrilleros que proliferaban en esos tiempos. Lo de Lambarené era desestimado por caritativo; un mero paliativo a problemas que eran estructurales y necesitaban de remedios radicales.

Ya no se trataba de dar pescado, sino de enseñar a pescar, se decía. A los africanos, por años sometidos a los imperios coloniales, no había que darles de comer, sino armarlos para que ellos mismos echaran a sus explotadores y se auto gobernaran.

Cabe recordar que Gabón se independizaría de la metrópoli francesa recién en el año 1960.

Mapa de Gabón, con su capital, Libreville. Un poco más abajo, Lambarené

El modelo en boga, por lo tanto, no era el del doctor de Lambarené sino el del guerrillero argentino-cubano, Ernesto Guevara. E incluso en algunos sectores más radicalizados, toda intervención de un blanco, aunque fuese con buenas intenciones, era tildada de colonialismo.

El hospital de Lambarené, hoy

En ese contexto, la figura de Albert Schweitzer perdió brillo. Más aún, fue tildado de colonialista, paternalista y hasta racista. Se lo criticó por no haber tenido consideración hacia la medicina tradicional africana en su práctica profesional en el hospital de Lambarené.

En Francia, su nombre cayó parcialmente en el olvido y hasta fue objeto de burlas y sátiras. Dejó de ser un referente.

Ahora, Augustin Emane, jurista gabonés nacido en el hospital de Lambarené, le dedica una nueva biografía que busca hacer justicia con este pionero de la medicina sin fronteras, esa que les dio prestigio a colegas y compatriotas suyos que fundaron la ONG de ese nombre en los años 80. Y que también tuvieron su Nobel.

Con el tiempo transcurrido, el fracaso del socialismo real y la degeneración de muchos procesos anticoloniales en las más sangrientas dictaduras –en África y en otros países periféricos- empezaron a modificar la visión sobre las organizaciones humanitarias. Intelectuales franceses, Sartre (el sobrino de Schweitzer) entre ellos, debieron revisar su respaldo al estalinismo o a líderes sangrientos como el camboyano Pol Pot.

Es hora de que se empiece a revisar la “excomunión” del “gran doctor blanco”. Docteur Schweitzer, une icône africaine (Ed. Fayard) es el título del libro de Emane, que recuerda que en Gabón, el médico alsaciano siempre gozó de la mayor consideración y gratitud. Injustamente olvidado en Europa, tiene estatura de salvador en Lambarené. El autor ha entrevistado in situ a muchos de los que conocieron al mítico misionero, que ejerció su profesión entre los más necesitados.

Augustin Emane no elude los aspectos problemáticos de la personalidad del médico de Lambarené, que no hacía demagogia con sus pacientes: estaba convencido de la superioridad de la cultura blanca, al menos en la práctica médica; lo que no le impedía considerar a los africanos como hermanos. Y entre ellos eligió vivir y morir.

Su recuerdo en el cine y la música

En uno de los episodios de la serie norteamericana Las aventuras del joven Indiana Jones (The Young Indiana Jones Chronicles), de George Lucas, difundida por la cadena ABC en los años 1992 y 1993, el personaje principal, que recorre el mundo conociendo a figuras históricas, se encuentra con un Albert Schweitzer de ficción.

En 2009, los alemanes hicieron un nuevo film sobre Schweitzer, con Jeroen Krabbé  en el papel del médico.

En el año 2011, un músico francés y uno gabonés lanzaron un disco de homenaje a Albert Schweitzer, titulado Lambarena – Bach to Africa. Hughes de Courson, compositor y productor, y Pierre Akendengué, autor, filósofo y guitarrista de Gabón combinaron en este álbum la música de Bach que Schweitzer tanto amaba con las melodías y ritmos nativos de Gabón, su patria adoptiva. El resultado de esta fusión es muy bueno.

También existen asociaciones que difunden y continúan su obra como la Asociación Internacional Schweitzer Lambarené o The Albert Schweitzer Fellowship.

El libro que Albert Schweitzer escribió en 1923: En el linde de la selva virgen. Relatos y reflexiones de un médico en el África Ecuatorial Francesa

Schweitzer en la Argentina

Lector de Tolstoi y de San Francisco de Asís y autor de varios ensayos teológicos, entre ellos En busca del Jesús histórico, Schweitzer fue también un educador. No es casual que muchas escuelas en el mundo lleven su nombre.

En la Argentina son varias, como el Colegio Alberto Schweitzer, de Mendoza, fundado en 1962; la Institución Educativa Albert Schweitzer, de Mar del Plata; en Capital Federal, la Escuela Integral Dr. Albert Schweitzer en el barrio de Núñez  y el Colegio Alberto Schweitzer, en Almagro.

Además, en la localidad de Margarita, Provincia de Santa Fe, una Escuela Rural lleva su nombre.

Y Sebastián Barreiro, dibujante y escritor, se propuso rescatarlo del olvido y escribió un libro ilustrado para niños: El pequeño Albert.

Ilustración del libro de Sebastián Barreiro, El pequeño Albert

“Desde muy chico mi vieja nos hablaba a mi hermano y a mí de Albert Schweitzer, y nos contaba de su obra como médico, de como había dejado todo y se había marchado al África para ejercer en un hospital de Lambarené, donde los pobres africanos sufrían de la lepra, enfermedad del sueño, y tooooodos los males imaginables. Albert Schweitzer siempre estuvo presente de algún modo en mi vida, y hace unos años leyendo sus escritos, me propuse recuperarlo y hacer un libro para niños”, dice Sebastián en su blog.

Aclaro que, esta vez, no hablé de París ni de un parisino porque, como Sebastián Barreiro, yo también crecí con el ejemplo de Albert Schweitzer transmitido por mis padres y en la escuela alsaciana donde hice mis primeras letras (en Estrasburgo); además, dos de mis sobrinos fueron alumnos de la escuela Alberto Schweitzer de Almagro (Buenos Aires). De modo que, cuando leí en la prensa francesa que el hospital de Lambarené cumplía cien años, quise escribir esta evocación de la vida generosa de un hombre especial.