Por: Hernan Gauna
Las técnicas de Aikido son variadas y parten de diferentes agarres y ataques. Son tantas y admiten tantas variaciones que se suele decir que son infinitas. Asimismo, casi todas ellas tienen su variante Omote, en la que el movimiento se realiza por delante del cuerpo de aquel que ataca (llamado indistintamente Tori o Nage). Y Ura, en la que el movimiento se realiza por detrás del cuerpo del que ataca.
Cuando se nos enseñan ambas versiones, se nos suele decir que las mismas son para responder a situaciones diferentes, en función de la velocidad, la intensidad o la violencia del ataque.
Tomamos por cierta dicha explicación y no sometemos a esta cuestión a un análisis más exhaustivo.
Sin embargo hace unos días, en un Seminario al que asistí, uno de los maestros que dictó clases, Hamada Sensei, lo explicó desde otro punto de vista.
Lo que me resultó muy interesante, fue que la descripción que hizo se apartó de la visión “física” de la técnica en sí misma.
Dijo que cuando uno tiene un problema, cualquiera sea, puede optar por dos temperamentos:
O lo enfrenta, que sería la versión Omote de la técnica.
O busca una perspectiva distinta, es decir modifica la posición en la que se encuentra, que sería la versión Ura de la técnica.
No solo me pareció muy interesante desde el punto de vista pedagógico, ya que muchas veces resulta difícil que un nuevo practicante vea la diferencia entre los movimiento y la utilidad de los mismos. Sino que además, desde el punto de vista conceptual, me pareció extremadamente esclarecedor.
Armando Hamada Sensei, con más de 30 años de práctica a cuestas, logró de forma simple pero no por eso falta de contenido, explicar el porque de la existencia de las dos versiones de las técnicas.
En el Aikido, como en la vida, no siempre hay que optar por una única forma de resolver las cosas. Dependiendo del contexto en que nos hallemos, podemos resolverlo enfrentando el problema o buscando una nueva perspectiva. Pero eso sí, lo que no podemos hacer es dejarlo sin resolver.